sábado, 27 de octubre de 2012

EL ORIGEN DE VIRIATO DE STUYK Parte I


EL ORIGEN DE VIRIATO DE STUYK

PARTE  I

Mar de las Sirenas


5ª Luna menguante de invieno, año 155 d.E.


Cerca de las costas sureñas de Las Tribus (Reino élfico)


El “Cola del Caimán” se movía de forma violenta por el fuerte oleaje. La bandera de la calavera élfica con dos arcos cortos cruzados ondeaba hacia todos los lados. La tormenta se había desatado tras la puesta de sol y los marineros corrían por la cubierta de babor a estribor, atando cabos sueltos o arrastrados por inmensas olas. La tenue luz de los candiles que todavía quedaban secos titilaba tras cada ráfaga de viento.

Habían estado siguiendo a un barco mercante bastante grande del Reino élfico de Las Tribus. Casi se podía decir a primera hora, con total seguridad, que se dirigía a un puerto del mismo Reino. Pero no. Llegado un punto habían virado hacia el sur adentrándose en el Mar de la Sirenas, seguramente hacia Labunia.

El Capitán del “Cola de Caimán” sabía que esa tormenta primaveral pasaría pronto, pero que podía ser muy peligrosa en las latitudes en las que estaban navegando. Había tenido la opción de volver a Las Tribus a primera hora de la tarde, cuando vio las nubes en la lejanía. Se había arriesgado y ya no tenía marcha atrás. Y podían morir todos. El Capitán del “Cola de Caimán” también sabía que sus marineros, en su mayoría piratas de otros barcos piratas, le habían echado el ojo al timón y a su sombrero de terciopelo negro, ahora agarrado con sus huesudas y callosas manos élficas para que una corriente de aire no se lo quitara.

- ¡El otro barco tiene problemas más serios que los nuestros! - Gritó el vigía guardando el catalejo mientras se agarraba a las crujientes maderas de la cofa. Ya había estado a punto de caer un par de veces y presentaba varios hematomas en cara y cuerpo, apenas visibles por la tromba que estaba cayendo.

El Capitán le hizo un gesto a su vigía y sacó su viejo catalejo de hojalata para ver la acción. Un rayo cayó justo en ese momento en el palo mayor del barco mercante, cayendo su parte superior, con las velas incendiadas. Causó daños visibles en la cubierta y varios marineros saltaron al bravo mar envueltos en llamas.

- ¡Capitán! - Llamó el vigía, pero debido al ruido del viento, no le escuchó.- ¡Capitán!

El aludido, al fin enterándose de que estaba siendo reclamada su atención, miró hacia arriba. Tres olas de gran envergadura golpearon contra el casco del barco, meneándolo de babor a estribor como si fuera una miniatura. Casi toda la tripulación estuvo a punto de caer. Un humano bastante musculoso que maniobraba en una jarcia cayó haciendo un sonido bastante desagradable al golpearse contra la madera de cubierta; un elfo que estaba en el alcázar de popa atando la braza del palo mesina salió disparado hacia las profundidades marinas al latigarle un cabo en la cara.

“Que me abrasen veinte rayos”, pensó el Capitán. Ahora los amigos de los tripulantes caídos se le echarían encima. Se agarró bien al timón y se dio la vuelta para observar el estado del navío: todo parecía en orden menos varios cabos sueltos y otros tantos marineros que se estaban incorporando del suelo. Una ráfaga de agua de lluvia golpeó contra su huesuda cara. Los elfos no eran seres de decisiones rápidas, pero la ocasión lo requería. Desde que era una criatura pequeña le enseñaron una frase que decía: “no luches contra las fuerzas adversas, úsalas”. Localizó al hermano del humano que había caído sobre la cubierta, que se había quedado petrificado mirando el cadáver de su pariente, con las ahora inertes manos enrojecidas por el manejo de los húmedos cabos.

- ¡Lend, maldita cucaracha asquerosa!- Le gritó.- Muevete, vamos a vengar la muerte de tu hermano. ¡Haz que valga para algo, no nos mates a todos. ¡Muevete! - Giró sobre si mismo mirando desafiante a todo ser que le mirara con desprecio.- Girad ya esa vela trinia de popa ¡Vamos, babosas huesudas! Malditos seáis. Abrid al máximo la vela mayor ¿No me estáis escuchando, ratas famélicas?- Empezó de nuevo el movimiento a su alrededor, mientras el barco seguía balanceándose.- ¡Mago! ¡Maldito mago! ¿Donde está?

Detrás suyo escuchó varias toses enfermizas. Se giró y comprobó que un semi elfo de empapada túnica verde con ribetes cobrizos avanzaba hacia él con dificultad.

- ¡Ya era hora! Vamos a ir a por todas. Desenvaina esas frágiles manos y haz que el barco se mueva más aprisa y con mayor estabilidad. Quiero un escudo mágico rodeando la nave y evitando que nos maten posibles proyectiles.

- Tenga en cuenta Capitán que... -empezó a protestar el hechicero entre fuertes toses y estornudos.

- ¿Osas desafiar mi autoridad podrido gusano verde de agujero mugriento? ¡Ya!.- Gritó girándose y agarrando el timón con ambas manos. -Grumete, ¡Apaga los candiles que quedan encendidos! No quiero que a pesar del agua salgamos ardiendo.

Varios marineros le lanzaron miradas de odio. Pero se pusieron en marcha. Si querían cobrar algunas jugosas monedas de plata, debían atacar el barco mercante al que perseguían. Un gnomo que estaba subido a la móvil vela trinia de popa, reparando un cabo roto, murmuraba por la bajo palabras malsonantes; el vigía, que en ese momento colgaba de una mano de una de las jarcias de maniobra del palo mayor y se había salvado de milagro de una muerte segura, una vez se aseguró en su puesto en la cofa, vigiló más al capitán que a la embarcación enemiga.

Continuará.

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